miércoles, noviembre 28, 2012

Viajar ligero de equipaje

No te olvides de coger esto. No puedes viajar sin aquello. ¿Acaso piensas irte sin eso? Llévalo por si acaso. Y cuando nos queremos dar cuenta llevamos en la mochila tantas cosas que pesa como un demonio y nos cuesta movernos con ella.

No, no estoy hablando de viajar, estoy hablando de la vida. Sin darnos cuenta vamos llenando nuestra mochila de problemas, preocupaciones, creencias, miedos y sentimientos que, en el mejor de los casos, sólo retrasa nuestra llegada a destino, o, en el peor, no nos deja avanzar y nos impide llegar a donde deseamos.

Cuando fui a hacer el Camino de Santiago corriendo, una de las cosas en que más hincapié hice fue en el equipaje que llevaría. Necesitaba viajar ligero para no malgastar energía. En mi caso, viajé con una mochila de apenas 3 kilos donde llevaba todo lo necesario para sobrevivir durante 14 días. Algunos días echaba en falta alguna cosa y la etiquetaba de imprescindible para la próxima vez, sin embargo, con el paso del tiempo me daba cuenta que sólo se trataba de una comodidad prescindible sin la cual podía vivir, es más, sin la cual mi equipaje pesaba menos. Por el camino, me cruzaba con peregrinos que llevaban mochilas de 15 a 20 kilos a la espalda y su paso era lento y pesado, y cuando llegaban al albergue la dejaban caer sobre el suelo a plomo y con una expresión en la cara de sentirse totalmente liberados.

La vida es parecida. Vamos llenando nuestra mochila de cosas que nos ayudan a avanzar, otras veces metemos cosas que creemos que nos podrían ser útiles y también guardamos cosas que son totalmente inútiles pero que no nos paramos a pensar si realmente necesitamos. Eso sin hablar de lo que las personas de nuestro entorno nos van metiendo. Unas veces nos meten cosas que nos ayudan en un momento puntual, otras nos meten cosas que creen que podrían ayudarnos y, demasiado a menudo, cosas con las que ellos no quiere o no pueden cargar.

Nos pasamos la vida llenándonos la mochila y pocas veces nos paramos a reflexionar si todo lo que llevamos en la mochila nos es útil, si todo aquello con lo que viajamos nos está ayudando a avanzar o nos está lastrando. Desde pequeños, nuestros padres nos van metiendo en la mochila herramientas que nos ayudan en momentos puntuales pero que mantenemos a lo largo de nuestra vida. Con el paso del tiempo nos acostumbramos a llevar esas cargas que ni nos planteamos si han dejado de sernos útiles, pensar en dejarlas en el camino y seguir viajando con menos peso. Los miedos ("Cómo vas a montar una empresa con la que está cayendo ahí fuera", "Si arriesgas lo que tienes te puedes quedar sin nada", "La montaña es peligrosa") son las cargas de nuestra familia de las que más nos cuesta deshacernos porque son las que están con nosotros desde que nacemos. Además, la sociedad es muy propicia a ir metiendo en nuestra mochila muchas ideas que, el hecho de querer descartarlas, nos hace sentir ir contracorriente lo que nos impide eliminarlas de nuestro equipaje. Este sentimiento es en sí mismo una carga y lo mejor que se puede hacer es transformar el "siento que voy contracorriente" por "siento que estoy siguiendo mi camino". Es entonces cuando caminar se hace muy fácil, porque no es lo mismo seguir el cauce de un río que luchar contra la corriente.

Por otro lado, no contentos con cargar con nuestros propios problemas, tendemos a hacernos cargo de los problemas de la gente de nuestro entorno, familiares, amigos, compañeros de trabajo... Metemos en nuestra mochila los problemas de nuestros allegados junto con los nuestros, nos los echamos a la espalda y pretendemos viajar tan tranquilamente. No quiero con esto decir que dejemos de ayudar y apoyar a nuestros familiares y amigos, pero cada uno debe hacerse responsable de las cargas que tiene que portar ya que cargársela a los demás no va a hacer que desaparezca.

A veces, al igual que hacen algunos peregrinos en los albergues, hay que soltar la mochila a plomo y sentir el alivio, aunque más importante que descansar es abrir la mochila y revisar donde está el exceso de equipaje.

martes, noviembre 06, 2012

Cambia, asúmelo y no te resistas

Después de unas semanas en que había aparcado mis entrenamientos ayer retomé de nuevo la rutina. No estoy entrenando para nada en concreto, mi intención los próximos meses es fortalecerme en general para llegar al año que viene en muy buena forma. Siendo sincero he de reconocer que sí hay un objetivo: disfrutar. Así mi presión no va más allá de disfrutar de cada entrenamiento al máximo sin preocuparme de si llego a tal o cual fecha con el estado necesario para conseguir un tiempo determinado o afrontar una distancia concreta.

"Soy un corredor rápido", esa ha sido la idea con la que he salido en la cabeza esta tarde cuando he ido a entrenar. El entrenamiento de hoy consistía en hacer 8 series de 500 metros recuperando minuto y medio entre serie y serie. Un buen resultado para el "David corredor rápido" era hacer cada serie de medio kilómetro en un minuto y treinta y cinco segundos. Y con esa idea he salido de casa. Al llegar al Retiro he hecho unos estiramientos y me he puesto pies a la obra con las series.

He arrancado la primera a un ritmo cómodo pero intenso y he terminado en 1:38 y con la sensación de que se me iba a salir el corazón por la boca. El sitio donde hago las series es un poco cuesta arriba hacia la dirección donde había hecho la primera serie así que he justificado el tiempo con la pendiente. Tras el minuto y medio de recuperación he arrancado de nuevo para afrontar la segunda serie. Al terminar he mirado el crono y he visto: 1:39. ¿Cómo podía ser? Había tardado más que la primera cuando se suponía que debía ir más rápido ya que corría cuesta abajo. "Todavía no había calentado del todo, en la siguiente mejoro seguro" me he justificado.

Minuto y medio de recuperación y ¡pam! a por la tercera serie. A duras penas he llegado a terminarla y al mirar el crono he visto 1:44. "¡Qué demonios! ¡Voy cada vez a peor!" me he reprochado. El corazón casi se me salía del pecho y las piernas no tenían fuerza suficiente para afrontar tan rápido 5 series más... Minuto y medio de recuperación y de vuelta a correr. En la cuarta serie, cuando llevaba unos 400 metros he tenido que bajar un poco el ritmo porque sentía que el corazón me iba a estallar. Cuando he parado el crono, a unos 30 metros de cumplir los 500 he marcado 1:32. ¡Qué locura! Me había excedido para conseguir correr en 1:35.

Las sensaciones estaban siendo muy malas y si quería terminar todas las series debía bajar el ritmo. Para la quinta serie, he salido a un ritmo más bajo y parecía que la sensación de fatiga y ahogo había bajado, 1:44. ¡Vaya! Parece que yendo más lento las sensaciones son mejores y no sólo eso, asumiendo que no sólo puedo sino que debo ir más despacio el cuerpo se relaja y funciona mejor. Minuto treinta y salgo hacia la sexta serie habiendo asumido que no tengo por qué hacer las series en 1:35 y que mi tiempo está más cerca del 1:44. Al terminar 1:44, de nuevo. El cuerpo está funcionando mejor, sin embargo, algo sigue no cuadrando dentro de mí. Después del tiempo de recuperación, arranco con la séptima serie intento recordar cuándo fue la última vez que corrí realmente rápido y a la memoria me vienen cosas como El Infierno Cántabro, el Maratón Alpino de Madrid, el Camino de Santiago corriendo, los 100 kilómetros de Madrid a Segovia... Todas ellas carreras de ultradistancia y resistencia. En todas ellas la cualidad física que más he potenciado ha sido la resistencia y en ningún caso la velocidad. ¿Cómo iba a ser capaz de correr rápido si llevaba medio año corriendo distancias más allá del maratón y a ritmos bajos? Al terminar la séptima serie lo vi claro...

"Soy un corredor rápido" era una verdad que fue cierta en el pasado, quizá, a principios de año cuando era capaz de correr 10 kilómetros en menos de 40 minutos. Durante el minuto y medio de recuperación he reflexionado y me he dado cuenta que eso ha cambiado, ahora no soy ese corredor rápido que era hace unos meses, ahora soy un corredor resistente y que corre menos rápido. Había salido a entrenar creyéndome una verdad que ya no era cierta y, por lo tanto, estaba actuando conforme a esa verdad. No sólo estaba actuando según esa verdad sino que además estaba juzgando mis resultados por un rasero que no correspondía. Todos los resultados que estaba obteniendo eran adversos, es más, probablemente mi entrenamiento estaba siendo menos efectivo por correr por encima de lo que debía hacerlo.

Antes de arrancar la última serie he cambiado el "soy un corredor rápido" por "ahora no soy un corredor tan rápido como hace unos meses", entonces ha sido cuando cuerpo y mente se han alineado y he sentido que la cosa fluía, que las piernas corrían con fuerza y que el corazón bombeaba al ritmo que le correspondía. He terminado la última serie en 1:44 pero con la sensación de haber hecho un gran trabajo y con una sonrisa en la cara, lo único que ha cambiado desde la primera hasta la última ha sido que estaba actuando según una verdad que no era cierta.

Este caso es un ejemplo simple de cómo una supuesta verdad puede llevarnos a actuar de forma que no sea coherente con la realidad del momento. Para mí esto no ha tenido mayor trascendencia que unas malas sensaciones durante la primera parte del entrenamiento, sin embargo, imaginemos que hubiera salido de casa pensando que puedo volar y me da por saltar por la ventana...

Cambiar no debe ser doloroso, es más, el cambio es inevitable, es la resistencia al cambio lo que puede ser más dañino.
Lo que se resiste persiste, lo que se acepta se transforma.
Máxima budista.