sábado, octubre 30, 2010

Llegas tarde

J: ¡¡¡Llegas tarde!!!
W: No es cierto.
J: ¡Sí lo es!
W: No, no lo es.
J: ¡Ujum! ¡Sí, sí lo es!
W: No, no, no.
J: ¡Argh! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!
...
W: Habíamos quedado a las dos y media. ¿Verdad?
J: Verdad. Son las tres y media. Llegas una hora tarde.
W: No, son las dos y media en punto.
J: ¿Las dos y media? Mira mi reloj. Marca justo ahora las tres y treinta y un minuto. Llegas una hora tarde.
W: A ver. Sí, es cierto, marca las tres y media.
J: ¿Ves? ¡Tengo yo razón! ¡Llegas tarde!
W: Sigo diciendo que no llego tarde. Mira mi reloj. Marca justo ahora las dos y treinta y dos minutos.
J: Ese reloj tiene una hora menos.
W: Efectivamente.
J: Lo cual, de nuevo, me da la razón.
W: No, no lo hace.
J: Entonces, ¿cómo explicas que tengas el reloj con una hora menos? ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh?
W: Porque se la he cambiado yo.
J: ¡Demonios! ¡Encima lo reconoces!
W: Totalmente. No podría ser de otra manera.
J: ¡Barrrrrf!
W: Jol. No te alteres, ¿vale? Yo te lo explico ahora.
J: Sí, sí me altero. Llegas una hora tarde.
W: ¿Puedo, al menos, defenderme de lo que me acusas?
J: Mmm... mmm... ¡Vale!
W: Hoy se cambia del horario de verano al horario de invierno. En España, normalmente la hora se cambia por la noche. A las tres de la madrugada todos los relojes deben pasar a tener las dos de nuevo. Yo lo he cambiado y ahora son exactamente las dos y treinta y cuatro minutos por el horario de invierno.
J: ¡Albricias! Espera que lo cambio yo también.
W: Venga.
J: Ya está.
...
J: ¡¡¡Llegas tarde Wal!!! Son las dos y treinta y cinco minutos. Llegas cinco minutos tarde.
W: ...

miércoles, octubre 27, 2010

domingo, octubre 24, 2010

Vida

Muerte, destrucción, odio, ira, envidia, desilusión, furia, codicia, terrorismo, guerra, ruido, desencantos, tristeza, llantos, dolor, rabia, soledad, fracaso, hambre, ruina, olvido, vacío, abandono, depresión, crisis, suciedad, avaricia, el mundo es.

Y de repente te ponen en los brazos a tu sobrina recién nacida y todo eso desaparece.

Si hay vida hay esperanza.

miércoles, octubre 20, 2010

jueves, octubre 14, 2010

Abuelo, por qué miente la gente

- ¡Ay, hija mía! ¿Qué preguntas me haces? ¿Por qué miente la gente? Pues mira, en realidad, cada persona tendrá sus razones, incluso te diré más, hay distintos tipos de mentiras.
- ¿Distintos tipos de mentiras?
- Sí, cariño, para mí hay cuatro tipos de mentiras. Te explico. El primer tipo de mentiras realmente no se puede considerar una mentira, son metirijillas. Son las conocidas como mentiras piadosas. Una mentira piadosa es esa que se cuenta para hacer más llevadera una verdad.

La pequeña se queda pensativa un segundo, mira al abuelo y le espeta.

- No lo entiendo, ¿si es una mentira cómo puede hacer más llevadera una verdad?
- Déjame que te ponga un ejemplo. ¿Recuerdas el guiso de carne que hizo la tía Berta la semana pasada?
- Sí, estaba malísima.
- Lo sé. ¿Y recuerdas qué decía todo el mundo?
- Sí la gente le decía que no estaba mal. Sabía muy mal.
- Sí, pero de haberle dicho que sabía mal podría haberle molestado. Piensa que le había llevado toda la mañana hacerla y había puesto mucha ilusión en ello. Eso es una mentira piadosa. Pero también acuérdate de que luego le estuvimos dando consejos para que la próxima vez que lo hiciera supiera mejor. Es una mentira, sí, pero es para que alguien a quien quieres no se lleve un mal rato.
- ¡Ah! Entiendo. ¿Cuál es el segundo tipo de mentira?
- El segundo tipo de mentiras son las que se dicen para hacer daño a la gente.
- ¿Para hacer daño? ¿Como un pellizco?
- No, se dicen para hacer daño en el corazón.
- ¿Te pellizcan el corazón?

El abuelo suelta una sonora carcajada mientras mira a su pequeña.

- Se podría decir que sí, como si te quisieran pellizcar el corazón. Eres muy pequeña para comprender este tipo de mentiras. Son una cosa muy fea. Ya hablaremos de esto cuando seas algo mayor.
- Vale, abuelo.
- El tercer tipo de mentira es el que se dice para engañarse a uno mismo.

La cara de la niña es un cuadro. Se nota que no entiende nada porque sus ojos van de un lado a otro, como buscando en su pequeña cabecita la respuesta a tantas preguntas que se le amontonan.

- Veo que no lo tienes muy claro, ¿verdad?
- No.
- A veces, para poder mentir a los demás hay que empezar por mentirse a uno mismo. Si no te engañas a ti mismo no puedes engañar a los demás. Una vez que tú mismo te crees tus mentiras estás en disposición de mentir a los demás.
- ¿Y por qué la gente va querer mentirse a uno mismo?
- Por la misma razón por la que nacen todas las mentiras, por miedo.
- ¿Miedo? ¿Miedo a qué?
- Miedo a la verdad, pequeña, miedo a la verdad. La verdad a veces puede ser cruel, aunque sea la verdad.
- A mí no me gustan que me mientan.
- Claro que no, pequeña, a nadie. Pero mucha gente no está preparada para escuchar la verdad. Es más, hay mucha gente que no está preparada para sus propias verdades, entonces es cuando se engañan a si mismos y engañan a los demás.

Ambos se quedan en silencio. El abuelo mira a la pequeña y le dice.

- No te preocupes, eres muy pequeña para entenderlo. Espero que nunca tengas que engañarte a ti misma.
- Yo también.

El abuelo continúa hablándole.

- Por último, mi amor, están las medias verdades. Yo no las considero una mentira como tal pero hay mucha gente que opina que no decir toda la verdad es mentir.
- ¿Cómo se dice una verdad a medias?
- Es fácil, solamente hay que decir una parte de las cosas y no decir la otra parte. Te pondré un ejemplo. El otro día fuimos juntos al parque, ¿verdad?
- Sí, estuvimos en los columpios, en el tobogán y luego fuimos al quiosco.
- Eso es. ¿Y recuerdas que te dije que no le dijeses nada a mamá de la bolsa de gusanitos?
- Sí.
- Cuando llegamos a casa mamá te preguntó si lo habías pasado bien y tú respondiste que sí y no le dijiste nada sobre los gusanitos.
- Sí, porque a mamá no le gusta que los coma.
- Como no le dijimos nada de la bolsa de gusanitos se puede decir que le contamos la verdad a medias y no pasó nada, ¿verdad?
- No.

De nuevo se callan y la niña termina por preguntar.
- Abuelo, ¿me has mentido a mí alguna vez?
- No -responde al instante el viejo.- Nunca. No hay ninguna razón para mentirte a ti, mi amor.
- Vale, porque me gustaría que me dijeses la verdad siempre. ¿Vale?
- Vale, cariño. Yo siempre te diré la verdad.

miércoles, octubre 13, 2010

Frases LXII

The trouble with not having a goal is that you can spend your life running up and down the field and never score. 
Vía Lifehack.

martes, octubre 12, 2010

100 en 24: casi recuperado y...

Pasada una semana de haber terminado una prueba de 100 kilómetros en 24 horas y casi recuperado de las molestias, en la memoria no hay ni rastro de los malos momentos pasados. Sólo quedan buenos recuerdos, la sensación de cruzar la meta y el placer de haber conseguido el reto propuesto.




... y con unas ganas casi incontrolables de volver a las andadas.

jueves, octubre 07, 2010

100 en 24 Madrid - Segovia: la crónica

Pues sí, amigos, ya era hora. Ha pasado ya casi una semana y todavía no había contado nada acerca de la aventura. El tiempo parece que últimamente se dobla y en lugar de 24 horas los días tengan sólo 12. Pero bueno, aquí estoy.

Como ya sabrán, y quien no lo sepa, se lo hago saber en este instante, el fin de semana me lancé a lo que unos llaman locura y otros aventura de hacer 100 kilómetros en 24 horas. Se trata de una modalidad de ultrafondo a la que ya me había enfrentado hace unos meses, sin embargo, esta vez  me la había planteado de otra forma. De hecho en esta ocasión tuve la suerte de ir acompañado de, dos compañeros de trabajo, Iván y Saúl.

El primer tramo, 29 kilómetros, de Plaza Castilla a Colmenar, pasando por Tres Cantos, nos la tomamos con calma, apenas a unos 5 kilómetros por hora para poder alcanzar Colmenar con energías para afrontar los dos siguientes tramos. Iván, ya te lo dije en su momento, estos 29 kilómetros son tuyos, de aquí en adelante caminábamos tu espíritu y yo. Gracias.

En Colmenar Iván y Saúl alcanzaron su meta y yo continué caminando el tramo segundo. Desde Colmenar todo iba perfectamente, físicamente iba casi como al inicio del primer tramo y el ánimo no faltaba, gracias, dicho sea de paso, a los ánimos que muchos de vosotros vertisteis sobre mí. El mayor problema fue el calor y la soledad, ambos iban minando uno el cuerpo y el otro el ánimo. Colmenar, Manzanares y luego subida hasta Mataelpino. A partir de aquí el perfil se complicaba un poco ya que había subidas intensas que había que salvar.

Desde Matalpino, donde le había ganado media hora al cierre de carrera, hasta Navacerrada supuestamente, según el rutómetro, había 5 kilómetros y mi ritmo era de 5 kilómetros por hora. Haciendo un cálculo simple salía que llegaría a Navacerrada en una hora. Continué caminando y cuando la hora de llegar se acercaba, miraba el reloj: 50 minutos, 55 minutos, 1 hora, 1 hora y 10 minutos... el control de Navacerrada no aparecía. Estos fueron momentos durísimos porque llegué a pensar que me había saltado incluso el control de Navacerrada, sin embargo, no había nada que pudiera hacer más que seguir caminando bajo la negra noche. 1 hora y 20 minutos y ¡oh! sorpresa a la hora y media llegué al control de... ¡¡¡Navacerrada!!! Sí amigos, había tardado hora y media en recorrer 5 supuestos kilómetros. En el control se obcecaban en decir que sí, que de Mataelpino a Navacerrada había 5 kilómetros. Comentando con más marchadores llegamos a la conclusión de que había, por lo menos, 7 kilómetros.

Ya daba igual cuántos hubiera yo tenía la moral por los suelos y, de hecho, sentado en el suelo mientras recuperaba energías pensé, seriamente en quedarme allí y esperar al transporte para abandonar. No sé cómo pero me levanté del suelo y arranqué a caminar. Quedaban 9 supuestos kilómetros hasta Cercedilla. Afortunadamente nos juntamos otra marchadora y yo y el camino hasta Cercedilla lo hicimos charlando. En hora y media nos pusimos en Cercedilla. Aclarar que en hora y media, al paso que íbamos, no podíamos haber recorrido 9 kilómetros. Probablemente hubiera 7...

A mi llegada a Cercedilla tenía la moral absolutamente minada por los contratiempos que, ahora que lo pienso, había salvado con tanta fuerza de voluntad. Allí me dirigí como quien no ha comido en meses al avituallamiento para recuperar energías: pasta. Allí, primera sorpresa, me estaba esperando Saúl, quien había hecho el primer tramo y me había estado llamando de continuo para saber cómo estaba. Siempre es agradable ver a alguien conocido cuando has estado caminando durante 7 horas sólo. Gracias.

Cena sin prisa pero sin pausa, por no perder tiempo y porque había hambre, cura de pies, estiramientos, cambio de calcetines y plantearse si seguir o no. Con Saúl estaban Fer, un amigo suyo que quería asaltar la Fuenfría costase lo que costase. Así que no había más opción que seguir hacia delante.  Aquí se trataba de llegar los dos o ninguno. De nuevo gracias a Marta, Sara y Saúl por acompañarnos unos metros, permitidme que lo diga, casi absurdamente tomándose un refresco mientras Fer y yo afrontábamos la subida hasta la calzada romana.

Tercer y último tramo. Los primeros kilómetros hasta la Calzada Romana, por asfalto, se me hicieron eternos. Una vez remotando los 5 kilómetros, el camino se convirtió en una pista de tierra con un falso llano continuo.

Permítanme que haga una pausa en el relato. En este punto, mi cuerpo no respondía a mis órdenes. La cabeza pedía parar y el cuerpo sólo sabía seguir andando. Como muy simpáticamente comentó Fer mientras caminábamos, teníamos al viejo de la barba blanca como loco mandando glóbulos rojos a un lado, neuronas a otro, glóbulos blancos a diestro y siniestro y no conseguía más que cansarse, como nosotros. Es curiosa la capacidad de desconectar cuerpo y mente y que el dolor deje de significar dolor y sea algo anecdótico. Recuerdo mirarme los pies y pensar: no soy yo quien los mueve, van solos.

La llegada a la Fuenfría fue el primer momento emotivo. Los voluntarios nos recibieron con aplausos y vítores. Todo un detalle si pensamos que esa gente llevaba horas y horas allí pasando frío. Chapeau por ellos, gracias. Yo había conseguido superar mi límite de 73 kilómetros de la otra vez y Fer había alcanzado el que había sido su propósito. Podíamos habernos quedado allí pero uno no sube a la Fuenfría andando para bajar en coche. Rápidamente, porque el viento pegaba fuerte y frío, continuamos nuestro camino. Desde la Fuendría aún nos quedaban 20 kilómetros, pero no 20 cualesquiera, no: 20 kilómetros de bajada.

Para mí era un regalo ya que me encuentro más cómodo bajando que subiendo. Obviamente, pensarán algunos, pero que le pregunten a Fer cómo lo pasó en la bajada. Nuestro idea era estar en la Cruz de la Gallega, el último punto de control, con media hora de adelanto para descansar y continuar. Cuando pensábamos que íbamos muy bien, vimos, justo detrás de nosotros la figura del peregrino que cerraba la carrera. Le preguntamos cuánto nos quedaba y nos dijo: a este paso llegamos justo al cierre. Bien, en ese momento, yo, personalmente, me vine totalmente abajo. Decidimos seguir el ritmo del peregrino para llegar para sellar la credencial del peregrino, hacer un corto descanso y salir hacia Segovia antes de que cerrasen el último control. Mis palabras hacia Fer, si no recuerdo mal, fueron: Fer si llegamos a la Cruz de la Gallega y no descansamos yo no quiero seguir. Para sorpresa nuestra llegamos al control con ¡¡¡40 minutos de adelanto!!! Primero me acordé de la santa madre del peregrino y luego pensé: ojo, que tenemos tiempo para descansar. Aquí Fer se portó como un campeón porque no dejó que me viniese abajo, hasta la Cruz de la Gallega, él tiró de mí. Gracias.

En el último control, nos lo tomamos con calma. Reponer fuerzas, risas, chistes, gracietas para descargar tensión y llamada a mi madre para decirle: Mamá, estoy a 12 kilómetros de Segovia y vamos a hacerlo.

Afrontar esos 12 kilómetros atravesando, incluso, una zona de campo a través, fue lo más duro a lo que me he enfrentado a mi vida. Sinceramente ahora mismo no sé cómo podía seguir andando, sin embargo, notaba que Fer iba muy muy muy tocado de sus pies y, sinceramente, mis dolores desaparecieron, al menos en la cabeza. Había que seguir y uno no se podía venir abajo.

Lo peor de todo es que caminábamos y no veíamos Segovia. No se veía por ninguna parte. Llegamos a la estación de AVE y sabíamos que estábamos cerca pero no veíamos el destino. De corazón, no sé cómo lo hacíamos pero seguíamos andando.

Por fin superamos una loma y pudimos divisar Segovia a lo lejos pero no alcanzábamos a descubrir donde estaba el acueducto que era donde se encontraba la meta. Es duro caminar después de casi 100 kilómetro sin saber hacia donde vas. Finalmente entramos en zona urbana y tomamos una calle. Sabíamos que estábamos cerca y que lo íbamos a conseguir pero no ver tu destino nos tuvo en jaque hasta que...


No puedo decir nada sobre la llegada más allá de remarcar que yo no sabía que mis padres iban a ir a la meta. Lo demás, las sensaciones tanto físicas como mentales como emocionales son inexplicables. Los sentimientos estaban a flor de piel y me aborbotonaban. No quiero decir nada más al respecto es demasiado especial para intentar explicarlo con palabras, palabras que no pueden explicarlo.

Desde luego esta vez no voy a decir: no vuelvo a hacerlo. Sin duda ha merecido la pena el esfuerzo y, por supuesto, no descarto volver a enfrentarme al reto. De hecho no descarto intentarlo en menos de las 23 horas y 17 minutos de esta.

El resumen en imágenes:









Todas las fotos en el álbum 100 en 24 Madrid - Segovia I.

GRACIAS A TODOS.

lunes, octubre 04, 2010

Diccionario barrido (XVI)

  1. adj. Falto de ánimo y valor para tolerar las desgracias o para intentar cosas grandes.
Ya saben, no sean pusilánimes y afronten grandes retos en su vida y si no lo hacen ya habrán perdido.

domingo, octubre 03, 2010

Reto conseguido: 100 en 24

Sólo hay dos cosas mejores que cruzar la meta después de andar 100 kilómetros en 24 horas. Una es que tus padres, sin previo aviso, se presenten en la meta para verte llegar. La otra mejor es oir a tu propia madre gritando: ¡Bravo campeón!


Sólo hay una cosa que pueda decir: GRACIAS.