lunes, diciembre 18, 2006

El vagón fantasma

Hoy me he encontrado en ese vagón, ese que quizá hayáis visitado. Yo estaba allí. Estaba lleno de gente, los asientos ocupados y quizá tres o cuatro personas en pie. No se oía nada. Sólo el ruido de las ruedas del vagón chirriar contra los railes.

Nadie hablaba. La mitad mirando al suelo, la otra mitad observando alrededor. Ni un bostezo después de, quizá, una tediosa jornada de trabajo o de clase, ni un gesto de admiración, desprecio o curiosidad. Nada.

El vagón ha parado en Eugenia de Montijo y allí han bajado un par de almas fantasmas y otras dos o tres han subido al tren. Se han colocado en su sitio y solo el ruido de las ruedas inundaba el vagón otra vez. Ni siquiera la megafonía que anuncia las estaciones se ha atrevido a interrumpir el silencio.

Yo estaba allí y mi cuerpo se ha visto invadido por una fuerza arrolladora que me producía ganas casi incontenibles de gritar: "¡Ustedes! ¡Digan algo! ¿¡Es que no tienen sangre!?". Pero no he podido. Allí estaba yo, sentado en aquel extraño vagón con los codos apoyados en mis piernas sin poder articular palabra. Mirando al suelo, al resto del vagón, la gente, de nuevo al suelo.

Por fin ha llegado el tren a Aluche y ahí me he bajado. Me he levantado, me he acercado a la puerta y cuando el tren ha parado he echado una mirada atrás. Todo seguía en silencio. He salido de allí y entonces me he sentido liberado y entonces ya he podido gesticular esbozando una sonrisa al verla.

Nota: basado en hechos reales. Como ya dije en su momento: las cosas se pueden contar de muchas formas.

2 comentarios:

Alberto Fernández dijo...

Genial.Es tan jodidamente bueno y me ha gustado tanto que para que decir más. ¿Cúantas veces no hemos sentido lo mismo?

Un saludo.

Anónimo dijo...

Es curioso, siempre nos ha pasado alguna vez xo muchas veces siempre hay una pareja ke habla, alguna madre con un hijo. Es muy dificil ke sea fantasma del todo.

Pero hubo una excepcion. El primer dia laboral despues de los atentados del 11-M en Madrid, se me helo la sangre al montarme en el tren. El silencio era sepulcral, y TODO el mundo miraba al suelo a pesar de ser hora punta y haber bastante gente. Los pocos ke alzaban la vista te penetraban con la mirada. La psicosis se sentia en el ambiente. Parecia como si todos sospecharamos de todos, y no te kiero ni contar el recelo con el ke miraban a cualkiera ke llevara una mochila, maleta o bolsa lo suficientemente grande.
Fue una sensacion desagradable ke se repitio un par de dias...

Salu2