jueves, julio 20, 2006

El abrebotellas que quería ser tijera

Esta historia que les voy a contar a continuación se podría estar desarrollando ahora mismo en su cocina. No, no se preocupen no les voy a contar cómo se hace guiso de garbanzos o el secreto para sacarles el jugo a las fresas, eso quizá en otro momento. Tampoco les voy a contar una historia sobre la vida de una mujer en la cocina; sobre eso ya se ha hablado y no tengo más que añadir. La historia que les voy a contar a continuación trata sobre un abrebotellas que quería ser tijera.

Este abrebotellas, conocido como abridor entre los cajones de la cocina, había recorrido muchas cocinas desde que salió de aquella tienda de menaje de aquella calle que se cruzaba con la otra. Cocinas con encimeras de marmol, con encimeras de contrachapado, cocinas con infinidad de cajones donde era facilísimo perderse, concinas con apenas dos cajones donde se tenía apretujar junto con coladores, batidores, espumaderas y demás cachibaches. Le encantaba meterse en las rendijas que quedaban entre los organizadores de plástico y los cajones cuando alguien venía en su busca, Se lo pasaba pipa viendo como la mano removía el resto de metales en busca de él, aunque siempre terminaban por encontrarle obligándole a deschapar las botellas.

Sí, era un buen abridor y hacía su trabajo a la perfección, pero contaba que él había nacido para ser tijera. Decía:
- Son tan geniales que siendo un sólo utensilio... -hacía una pequeña pausa y seguía- ¡¡¡Las llaman en plural!!! ¡¡¡Tijeras!!!

Todos en los cajones pensaban que el abridor estaba totalmente loco de tanto abrir botellas y quizá algo de razón tenían. La tijera se sonrojaba cuando todos la miraban mientras el abridor contaba sus historias sobre quitar escamas, cortar carne o abrir paquetes de salchichas. Las cucharillas se burlaban de él al son de canciones pegadizas y con rimas casi imposibles.

El tiempo fue pasando y muchos utensilios fueron desapareciendo: cucharas de palo partidas, cucharillas de café dobladas, lenguetas fritas y, lo que más dolió al abridor, las tijeras en dos cachos. El tornillo que unía las cuchillas había llegado a su fin y no tenía arreglo. Fueron directas a la basura. Durante un tiempo los cajones no eran lo mismo. Una temporada un cuchillo de sierra hizo las veces de tijera, pero sólo durante un tiempo, ya que llegaron unas tijeras nuevas. El abridor hizo varios intentos de acercamiento a las nuevas tijeras pero no eran muy sociables.

Hoy los cajones se acuerdan de cuando el abridor todavía estaba entre ellos y les contaba que quería ser tijera y cortar papel film para envolver tupperwares con comidas de lo más variopinto. Las botellas ahora las abre uno de esos sacacorchos de plástico que incorporan un abridor de botellas. A parte de no tener estilo, no tiene aspiraciones, quiere ser sacacorchos toda su vida.
Dedicado a todos los abridores.

Nota del autor: el texto no pretende ser una metáfora de lo que es la vida, los utensilios no simbolizan las personas del mundo real, son sólo eso, utensilios de cocina y la historia tan simple como un abridor que quería ser tijera. No se han mantenido los nombres originales porque los utensilios querían mantenerse en el bicarbonato.

3 comentarios:

Alberto Fernández dijo...

De momento estoy demasiado perplejo y sorprendido como para escribir un comentario digno de una entrada de este tipo. Impresionante, en serio, tengo que asumirlo primero, pero para empezar, mi enhorabuena chico, me ha fascinado.
Un saludo desde mi cocina.

Alberto Fernández dijo...

Respuesto de mi primera grata impresión, y vuelto a leer el texto creo que ya puedo comentar algo mejor que ayer la entrada.
Chaval, creo que te has superado esta vez. La historia tiene vitalidad, es graciosa, sencilla como lo son todas aquellas cosas buenas que lo son por el simple de hecho de ser sencillas. Has cambiado de registro, es más directo, pero esta vez no has perdido oportunidad de narrar los espacios, algo que siempre fue tu debilidad, aunque lograses personajes de gran calado y psicología propia.
En fin, que más decir que me ha gustado mucho. Es una historia que puede leerse simplemente por el placer de leer, sin buscar nada más; pero tiene mucha miga si alguién está dispuesto a buscársela. Niño, muy buen trabajo. Felicidades.
Un saludo desde A Coruña.

Alberto Fernández dijo...

Ya que tu no pierdes ocasión para dar publicidad a tu blog, no voy a ser yo menos. Si quieren saber que pasa con frutas fantasmas, con adioses y con miradas furtivas al futuro, dense un paseo por mi humilde blog.