miércoles, marzo 29, 2006

¡Oh, princesa! (IX)

Allí se encontraban los dos, preguntándose que hacían allí ambos metidos en esa especie de carcel de lujo. Por todo lo que les rodeaba, antes de que ella lo destrozase, tenía pintas de ser la suite de un hotel.

El hambre apretaba y la falta de orientación temporal quizá incrementaba la sensación de necesidad. Él rebusca por los armarios de la habitación pero todos los armarios que quedan por abrir parecen estar cerrados con llave. Piensan. Se les ocurre que quizá entre los dos y con la ayuda mesa puedan tirar las puertas abajo. El tablero de la mesa es lo suficientemente grande como para ser usado como ariete.

Entre los dos aguanta la mesa y con un golpe seco golpean una a una las puertas del cuarto. Tras una de ellas aparece ropa de etiqueta para hombre, en otro aparecen utensilios de limpieza y el resto están vacíos, excepto uno.

Ese armario tiene algo especial y es que en la pared del fondo parece ser muy fina y endeble. Empujando con el hombro con fuerza consiguen tumbar la pared que resultó ser únicamente una lámina de madera con papel pintado igual que el resto del armario. Lo que parecía ser un armario se ha convertido en un pasillo oscuro.

Necesitan una luz para no caer en algún tipo de posible trampa que pueda haber puesto aquel que les haya metido ahí. En el armario donde se encuentran los utensilios de limpieza encuentran una linterna.

Antes de entrar se arman con los restos de la silla por si hubiera que defenderse de algo o alguien...


Siento el retraso, VIII.

1 comentario:

Alberto Fernández dijo...

¡Si!, ha vuelto nuestra princesa, y lo ha hecho para volver a dejarnos con las ganas. Eso no se hace, jejejejej, vas acabar con nosotros y nuestros nervios.
Un saludo desde A Coruña