miércoles, marzo 29, 2006

¡Oh, princesa! (IX)

Allí se encontraban los dos, preguntándose que hacían allí ambos metidos en esa especie de carcel de lujo. Por todo lo que les rodeaba, antes de que ella lo destrozase, tenía pintas de ser la suite de un hotel.

El hambre apretaba y la falta de orientación temporal quizá incrementaba la sensación de necesidad. Él rebusca por los armarios de la habitación pero todos los armarios que quedan por abrir parecen estar cerrados con llave. Piensan. Se les ocurre que quizá entre los dos y con la ayuda mesa puedan tirar las puertas abajo. El tablero de la mesa es lo suficientemente grande como para ser usado como ariete.

Entre los dos aguanta la mesa y con un golpe seco golpean una a una las puertas del cuarto. Tras una de ellas aparece ropa de etiqueta para hombre, en otro aparecen utensilios de limpieza y el resto están vacíos, excepto uno.

Ese armario tiene algo especial y es que en la pared del fondo parece ser muy fina y endeble. Empujando con el hombro con fuerza consiguen tumbar la pared que resultó ser únicamente una lámina de madera con papel pintado igual que el resto del armario. Lo que parecía ser un armario se ha convertido en un pasillo oscuro.

Necesitan una luz para no caer en algún tipo de posible trampa que pueda haber puesto aquel que les haya metido ahí. En el armario donde se encuentran los utensilios de limpieza encuentran una linterna.

Antes de entrar se arman con los restos de la silla por si hubiera que defenderse de algo o alguien...


Siento el retraso, VIII.

jueves, marzo 23, 2006

La felicidad efímera

Marcos era un niño feliz, feliz, feliz. Todo en su vida era perfecto: sus padres acomodados que no adinerados, en el colegio le iba bien aunque no fenomenal, era bueno en el deporte aunque no excepcional, eso sí era feliz, muy feliz.

Era fácilmente reconocible porque era el único niño que iba a todos los sitios dando saltitos. Por las mañanas cuando se levantaba de la cama y aún adormecido iba hasta la cocina dando saltitos a darle un beso a su madre que le esperaba para prepararle el desayuno y llevarlo al colegio. De camino al colegio, y por mucho frío que hiciera o por mucho que lloviera iba dando saltitos por la calle, agarrándose a las farolas y señales girando alrededor de ellas. Simplemente era feliz.

En el colegio estaba siempre sonriendo porque era feliz, no tenía razón para no ser feliz. Sus compañeros lo adoraban porque desprendía felicidad allá donde iba. Era feliz y hacía feliz. En el patio del colegio era fácil localizarlo porque siempre estaba dando saltitos, hiciera lo que hiciera, y, además, lo hacía siempre rodeado de niños y niñas que muchas veces le acompañaban en los saltitos.

Marcos era feliz, muy feliz, feliz porque sí.

Hoy en día Marcos no es feliz, hoy en día vive amargado esclavo de una rutina que le atrapa mentalmente y no recuerda los años en los que vivía dando saltitos todo el día, días en los que era feliz por que no podía estar triste. A veces al levantarse siente unas necesidades casi irrefrenables de ir hasta la cocina dando saltitos pero no lo hace. Ahora vive triste porque no tiene razón para estar feliz.

La felicidad, efímera.
Dedicado a aquellos que no son felices porque no saben que pueden serlo sin razón.

domingo, marzo 19, 2006

Macrobotellón: ¿liberdad o libetinaje?

Sinceramente, me avuergüenzo de tener veintidós años. Ayer viendo las noticias me di cuenta de que este país se está hundiendo en la miseria y la juventud lo único que estamos haciendo es echarle más leña al fuego para ver si esto estoupa de una puñetera vez.

Reconozco que me gusta tomarme unas copas cuando salgo de fiesta, reconozco que he hecho botellón tanto en la calle como en pisos y reconozco haber montado escándalo a altas horas de la madrugada por la calle (asuntos relacionados con contenedores, botellas de agua por el cuerpo, máquinas espendedoras y un largo etcétera de circunstancias nocturnas), pero lo que nunca he hecho ha sido montar una batalla campal al estilo Braveheart contra agentes del orden.

¿Que cuál es la solución? Mano dura. Mano dura con los alborotadores que hacen de su capa un sayo y hacen una batalla de lo que se suponía era una reunión multitudinaria de juventud con ganas de pasarlo bien. Te dan libertad y ejerces el libertinaje, me recuerda a "te dan la mano y te tomas todo el brazo".

Me siento avergonzado y por ello hoy me disgrego de ese grupo de personas que van en contra del sistema y de las obligaciones de ser ciudadano de la sociedad.

Me gustaría también recordar la definición de libertad según la RAE es: Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos. Libertad implica responsabilidad.

miércoles, marzo 15, 2006

En plato frío...

Aquel día hacía bastante frío, el termómetro de la puerta marcaba cuatro grados bajo cero. Goar salió de casa y se encaminó al bar de Paco.

- Buenos días, Fran. ¿No está tu padre?
- No, ha salido al banco, pero me ha dejado la bolsa aquí. Van ocho como siempre.
- ¿Puedes hacerme uno más?
- Sí, te lo pongo ahora.
- Ponme antes un café mientras lo haces.
- Ahora mismo.

Francisco, un joven de veintitrés años bien hecho, corpulento y guapo, le pone el café y se pone a prepararle el noveno bocadillo. Mientras tanto, Goar hojea el periódico en busca de nada en concreto. Cuando Fran acaba le mete el bocadillo junto con los otros ocho en la bolsa y se lo pone delante encima de la barra.

- ¿Qué te debo? - dice Goar.
- Son catorce.
- Pero va un bocadillo de más y el café.
- Son catorce, así queda.
- Toma quince, está así- saca dos billetes y se los da en mano.
- Muy bien Goar. Le digo a mi padre cuando venga que has estado aquí.
- Si puedo me paso por la tarde. Muchas gracias, Fran.
- Nos vemos.

Coge la bolsa y sale del bar. Caminando con paso ligero va hasta el trabajo. De camino se para en un parque donde un grupo de cuatro indigentes se calientan al albergue de una hoguera de madera.

- Buenos días, caballeros.
- Buenos días, Goar- dicen los cuatro casi al unísono.
- Hoy hace mucho frío, ¿eh?
- Ya ves, aquí estamos nosotros al calorcito. Toda la noche ha aguantado la hoguera.
- Os traigo algo para comer, hay dos para cada uno. Saco uno para mi, van ocho en la bolsa.

Los deja al lado de uno de ellos, quien los va sacando y sin mirar va repartiendo dos a cada uno. Con la bolsa hace un nudo y la guarda en la mochila que tiene entre las piernas.

Goar al irse se da cuenta de que uno de ellos tiene un ojo morado y el labio hinchado.

- Mariano, ¿qué te ha pasado?
- ¡Bah!- se coloca la mano en la boca pues le cuesta hablar.- Unos chicos que vinieron anoche y me ofrecieron veinte euros por sacarme una foto.
- ¿Y qué pasó?
- Pues nada que estaba esperando a que me sacaran la foto y me emperazon a dar puñetazos y patadas por la espalda y así me dejaron.
- ¿Y conoces a los chavales?
- Sí, suelen estar por el parque de allí al lado.
- ¿Cuándo suelen venir?
- ¡Bah! Se pasan allí todas las noches.
- Bueno pues esta noche hablamos, ¿vale?
- Vale, amigo.

Se fue a trabajar y toda la mañana estuvo pensando en el asunto sucedido. Seguro que él podía hacer algo al respecto. Eso no iba a quedar así, no debía y no quedaría así.

Por la noche cuando llegó a casa se vistió con las peores pintas que pudo y salió a la calle con dirección al parque donde estaban sus amigos callejeros. Se había "disfrazado" de vagabundo. Se acercó al centro del parque donde había una hoguera y se sentó.

- Hola a todos.
- Hola- dijo Mariano.
- Mala noche para dormir en la calle ¿no?

Nadie le había reconocido con las pintas que llevaba y con el pelo sin peinar bajo la gorra.

- Pues sí, amigo, la vida es así de dura- respondió Lucas, otro de los indigentes.

Estuvo un rato sentado hablando y escuchando las historias que sus compañeros contaban. Pasado un tiempo todos sacaron un bocadillo de sus macutos. Empezaron a comer y al ver que el recién llegado no tenía nada que comer partieron un cacho de sus bocadillos y se lo ofrecieron.

- No, muchas gracias, de verdad, acabo de comer. Me han dado para un bocata a lo largo del día y lo he comido hace una hora o así. Si queréis tengo unas monedas, podemos dividirlas entre todos.

El murmullo de los cuatro hace sospechar la negativa.

La noche avanza y sobre las doce de la noche aparecen tres individuos de unos veinte años en sus respectivas motos. El ruido es atronador lo que hace sospechar que las motos han sido trucadas. Cuando hubieron bajado de la moto y se hubieron quitado el casco de los codos el recién llegado se levantó de su asiento y se dirigió a los tres chicos.

Cuando se acercó al grupo estaban quemando una piedra de jachís, con un cigarro en la oreja y en la otra papel de liar.

- Chicos ¿tenéis un cigarrito?
- Sí.

El más grande echó mano al bolsillo interior y sacó la cajetilla de tabaco y de ella un cigarro y lo mostró.

- ¿Lo quieres?
- Sí.

Los otros dos complices se acercan al tercero.

- Pues si lo quieres tienes que dejar que te saque una foto.
- Vale.

El grandullón saca el móvil del bolsillo del pantalón y los otros dos se colocan detrás del vagabundo. El tío corpulento orienta el móvil hacia el vagabundo y hace como que está enfocando. Por detrás uno de los individuos le atiza tal golpe en la cabeza que lo tira al suelo. Las risas y las voces se hacen escandalosamente fuertes que llaman la atención de los cuatro indigentes del parque.

Cuando desde el suelo sale de su aturdimiento se levanta y allí están los tres matones riéndose y viendo de nuevo el vídeo mientras le dan caladas profundas al porro recién liado. Los cuatro indigentes se encuentran alrededor del quinto. Se quita la gorra y se quita el abrigo. Mariano le mira y lo reconoce.

- Iros de aquí Mariano.
- Pero, ¿qué haces?
- He dicho que os vayáis.

Sin rechistar se marchan y Goar se remanga. Se acerca al grupo de los tres individuos y le propina una patada en la rodilla al más grande. El dolor se hace claro al oirle gritar y retorcerse en el suelo. Uno de los otros dos se lanza contra Goar pero esquiva el golpe y le propina un rodillazo en la nariz. Sus manos viajan hasta la nariz que se impregnan de la sangre que le sale de la nariz rota. El tercero parece asustado y retrocede ante el aspecto que tiene Goar y la cara de furia. Intenta escapar corriendo pero Goar sale corriendo detrás y hasta que no le da alcance no para. Una vez que le ha alcanzado lo tira al suelo y le somete a tal paliza que queda inconsciente.

Todos han quedado reducidos a cuerpos gimientes. Goar se acerca al grandullón y le coge el móvil, marca ciento doce y habla.

- Hola buenas noches, podría mandarme un par de agentes al parque de Elviña, por favor. Ha habido una trifulca y han salido heridos tres individuos. ¡Ah! Por favor, registrenlos porque pueden llevar drogas y quizá armas, además llevaban motos trucadas y si revisan sus móviles podrán ver vídeos de agresiones a indigentes.


domingo, marzo 12, 2006

Reflexiones chill-in chill-out

Después de ir dando tumbos de un lado a otro cual borracho ebrio de fracasos he encontrado la ambrosía de la vida y ahora y mientras dure la voy a saborear hasta la última gota.

sábado, marzo 11, 2006

El día que Madrid se paró

Hay velas papeles y flores
cerca de donde vivo
hay velas papeles y flores
llevan tiempo encendidos.

Hay cartas en varios idiomas
y flores que traen los niños
hay lazos colgando del mundo
se han cruzado aquí mismo.

Gran Vía ya no da a Cibeles
y el centro de todo no es Sol
recuerdo perderme y hablar con la gente
el día en que Madrid se paró
recuerdo perderme y hablar con la gente
el día en que Madrid se paró.
El dia que madrid se paró
quien te llamaba era yo
nadie esa noche quería dormir solo
tampoco nosotros dos.

Había velas papeles y flores
desde Atocha hasta Sol
recuerdo perderme llamando a mi gente
el día que Madrid se paró
recuerdo perderme llamando a mi gente
el día que Madrid se paró.

Tengo un amigo al otro lado del mundo
y ese día me llamó
quería saber sólo si estaba bien
el día que Madrid se paró
Gran vía ya no da a Cibeles, le dije
y el centro de todo no es Sol
hay lazos colgando del mundo, me dijo
por el día en que Madrid se paró
hay lazos colgando del mundo
por el día en que Madrid se paró.

El día que Madrid se paró
quien te llamba era yo
nadie esa noche quería dormir solo
tampoco nosotros dos.

Había velas papeles y flores
desde Atocha hasta Sol
recuerdo perderme llamando a mi gente
el día en que Madrid se paró
recuerdo perderme llamando a mi gente
el día en que Madrid se paró
recuerdo perderme llamando a mi gente
el día en que Madrid se paró.

El día que Madrid se paró - Lucas

miércoles, marzo 08, 2006

Anoche soñé que soñaba

Anoche soñé que despertaba y que estaba a mi lado. Anoche soñé que al despertar todo había vuelto a su sitio. Anoche soñé que al despertar mis sueños se volvían realidad.

Al despertar soñé despierta que lo sueños se cumplían, soñé que soñar despierta no son ilusiones oníricas incumplibles. Anoché deseé soñar y desperté soñando. Soñé que deseaba soñar y soñé despierta.

Soñé que estaba en mis sueños y nunca se iba de mi lado. Deseé despertar contigo a mi lado y soñé que ocurría. Anoche soñe con tu voz de fondo y al despertar no soñaba, estabas a mi lado.

Soñé de día que la noche no acababa y que al despertar era de noche y seguí soñando despierta. Desperté en la noche del sueño eterno y soñé que la noche no acabó.

Anoche soñé que soñaba y desperté.

El sueño que te debía Lidia.

lunes, marzo 06, 2006

Para los pequeños de la casa

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Nota: automóvil y atropellado no incluidos.

La gente con la que fui al viaje

Después de varios comentarios acerca de las fotos que había subido a flickr.com el que más me ha chocado ha sido el siguiente: "Oye, ¿al viaje has ido tú sólo? Las fotos muy bonitas sí pero no sale ni Peter en ellas". Pues para ese comentario un regalito. He hecho una selección de fotos en la que sale la gente con la que fui al viaje (Jaime, Alz, Darío, Jesús, Victor, Marisa, Elena, Pedro, Erika, Jorge, Abel, Arancha, Cristian, Estela, Alberto y Cristina). No están todos los que son pero son todos los que están.

Mención especial para Erika la modelo particular de Jaime ;-)