Monto en el autobús y detrás de mi una chica, que dicho sea de paso era muy guapa y atractiva. Nos sentamos y esperamos nuestra parada. Varios segundos después de la anterior parada a la que nos teníamos que bajar, ella le da al timbre. El busero para, recoge a un viajero y hace el amago de irse y sin darme tiempo a reaccionar oigo una voz que, como salida de ultratumba, dice: ¡Oye! ¡Abre aquí atrás! Asustado miro a la chica que gasta cara de asesina... Yo agacho las orejas y me bajo del autobús.
Los trenes son algo más divertidos, sobre todo cuando las cosas no te pasan a ti. Estando yo en los asientos abatibles pegados a la puerta del vagón el tren llega a la estación de Atocha. El tren se para, las puertas se abren la gente en masa sube y pasados unos esgundos suena el pitido caracterísitco de que las puertas se van a cerrar. En eso veo correr a una chica con cara de ilusión por poder entrar en el tren. Sube la primera pierna y las puertas empiezan a cerrarse. Ella, asustada no sabe si subir o bajar, mientras las puertas siguen cerrándose. Las puertas se topan con su pierna izquierda que sigue en el primer escalón de la escalerilla. La puerta se bloquea con la pierna de la pobre sicha entre medias. La imagen es cuanto menos algo graciosa para el que lo está viviendo desde fuera. El final es sencillo las puertas se vuelven a abrir y la chica sube al tren con un lógico color colorado en sus mejillas.
La última historia que he vivido fue en el metro. La situación era línea 10 del metro de Madrid, vagones gusano (para los que no los conozcan son los trenes en que todos los vagones están comunicados, como los autobuses articulados). Nos montamos todos y algunos nos sentamos en asientos libres y otros menos afortunados se quedan de pie. Una chica se dispone a guardar cosas en el bolso cuando el metro arranca con una potencia que nunca había visto. La chica pierde el equilibrio y sin poder evitar la inercia de su cuerpo empieza a dar tumbos en la dirección contraria hasta toparse con una barra donde agarrarse. Ha viajado varios metros hacia adelante en metro y ha tropezado varios metros hacia atrás dentro del vagón.
Ya sabéis, tened cuidado cuando montéis en un transporte público porque puede que lo conduzca Carlos Sainz o un trenista con mala leche que puede hacer que habiéndoos montado en el primer vagón aparezcais en el último. Por último, si apreciáis vuestras estremidades procurad subir al vagón al estilo Indiana Jones cuando oigáis el pitidito del tren.
Dedicado a Alz.