miércoles, febrero 20, 2013

Arranco con mi proyecto personal

Desde hace unos meses vengo amasando mi propio proyecto personal en el que depositar mis habilidades personales. He estado dedicando mucho esfuerzo (en tiempo, en energía y económico) en que salga adelante. Se podría decir que este proyecto es la continuación formal de El Rincón Barrido que ha sido una representación de lo que he sido como persona en los últimos casi 8 años.

¿De qué va este nuevo proyecto? Básicamente consiste en ofrecer todo aquello que he aprendido y que sigo aprendiendo a todos aquellos que lo necesiten. Desarrollo personal le llaman. A través del coaching y la inteligencia emocional (estoy formándome en ambas cosas) quiero que cualquier persona saque lo mejor de sí mismo de la misma forma que yo saco lo mejor de mí mismo. Mi creencia es que todos tenemos un amplio potencial que forma parte de nosotros y que a veces nos cuesta sacarlo adelante y necesitamos un compañero de viaje. Yo pretendo ser ese compañero de viaje.

A mucha gente le suena extraño esto así que he buscado una metáfora que creo que es bastante representativa de lo que pretendo con este proyecto. Al igual que la sal ensalza el sabor de los alimentos yo pretendo ensalzar el potencial intrínseco de las personas.

Pulsa sobre la imagen para ir a www.davidroncero.es

Todavía estoy trabajando para afinar el aspecto y el contenido de la página pero ya se puede disfrutar de algunos artículos y de una sección específica de mis retos deportivos de mi alter ego que he bautizado como Ultraroncero.

Intentaré seguir viniendo por aquí a barrer este nuestro rincón pero si no me encuentran aquí sepan que tienen otro lugar donde buscarme: www.davidroncero.es.

miércoles, enero 23, 2013

¿Qué necesitas? Pídelo

Llevo unos días embarcado en una apasionante lectura del libro Comunicación no violenta de Marshal Rosenberg y estoy aprendiendo mucho sobre la forma más efectiva de comunicar con los demás, sobre todo, poniendo el foco en no emitir juicios sobre el comportamiento de los demás y en la identificación y expresión de mis necesidades y de la de los demás.

En este sentido, hace unos días, me enteré de que mi amigo David, que además de corredor, ultrafondista y grandísima persona, es fotógrafo, iba a publicar su primer libro de fotografía. Aprovechando las facilidades que aporta el servicio donde lo ha publicado, estuve echándole un vistazo y realmente sentí la necesidad de colaborar con él en un libro.

Me puse en contacto con él y le comenté que me gustaría muchísimo colaborar con él en el desarrollo del contenido textual si en el futuro volvía a sacar un libro. Básicamente le expresé una necesidad que él podía cubrir enfocándome en lo que yo quería y lo que él podía darme a cambio. Su respuesta fue: ¿por qué no escribes algo para este libro que acabo de sacar? Al instante me puse manos a la obra e inspirado por las magníficas fotografías escribí unas líneas y se las envié...

El resto de la historia la pueden comprobar visitando la página del libro:


En ocasiones olvidamos expresar aquello que necesitamos y muchas veces esperamos que los demás adivinen nuestras necesidades y cuando estas necesidades no son cubiertas volcamos en los demás la responsabilidad de que estas no hayan sido satisfechas.

No debemos olvidar que ante el vicio de pedir está la virtud de no dar, dicho que yo interpreto como que el hecho de pedir algo no obliga a los demás a dárnoslo, que la persona a la que pedimos algo está en su derecho de no darlo y, sobre todo, respetar su decisión.

Por cierto, quiero compartir con todos ustedes el proyecto fotográfico 365 en que está embarcado: LA CLARABOYA. Yo, personalmente, no perdería la ocasión de disfrutar de su arte diario. Desde aquí aprovecho para darle la enhorabuena por el compropiomiso que ha adquirido.

miércoles, enero 16, 2013

Respeta los procesos y saldrás beneficiado

Hace unos días me subí a Cercedilla a entrenar para una de las próximas aventuras que, si todo sale correctamente, presentaré próximamente. Desde el polideportivo de Cercedilla hasta el Puerto de Navacerrada el entrenamiento fue muy bien, con un buen ritmo y muy buenas sensaciones.

Yo siempre digo que todo lo sube no sólo baja, sino que además, tiene que bajar. En el mundo de la carrera por montaña, bajar no es tan fácil como parece puesto que el terreno es muy abrupto y a grandes velocidades hay que estar muy atento, mirando 4 o 5 metros por delante, para adelantar dónde se va a colocar el pie de forma segura. Hay que ser muy ágil visual y mentalmente para ser un buen bajador.

Tras un pequeño descanso en el puerto me dispuse a bajar de vuelta a Cercedilla. Empecé a bajar muy concentrado y corría cuesta abajo realmente rápido aunque, siendo honesto, me notaba un poco torpe. Aún así seguí bajando todo lo rápido que podía. En un momento de despiste, un sólo segundo, oí como mi pie derecho crujía bajo el peso de mi cuerpo... "¡Aaaaaaah! ¡Mierda!". Automáticamente lo supe, aquello no era una simple torcedura. Mi reacción fue sentarme en el suelo a pesar de que no notaba dolor más allá del latigazo que sentí en la pierna en el momento de torcerme el tobillo. Llevaba una hora de entrenamiento así que tenía las piernas calientes y el dolor no se manifestaba así que sencillamente seguí bajando hasta Cercedilla, eso sí, esta vez algo más despacio. En cuanto se me enfrió el tobillo, se hizo patente la lesión.

En otro momento de mi vida, estar lesionado me habría supuesto un gran estrés. Llevo casi dos semanas en reposo absoluto (hacer pesas en el gimnasio no lo considero) y sé que probablemente esté así algunos días más hasta que pueda volver a trotar.

Otra cosa que también es cierta es que hace un tiempo me habría vendado el pie o puesto una tobillera y habría continuado corriendo, sin embargo, he aprendido que es beneficioso respetar los procesos por dos razones muy importantes. La primera de ellas es que asumir que algunas cosas deben seguir su proceso y no hay mucho que podemos hacer, reduce los niveles de ansiedad y frustración. Si no puedo hacer nada ¿por qué voy a preocuparme? Obviamente, aquello que puedo hacer, lo hago. Es más, sabiendo que la recuperación puede ser larga he asumido posibles consecuencias, por ejemplo, aplazar mi próxima aventura unos meses para estar a tope para poder disfrutar. La segunda lección que he aprendido es que no respetar los procesos puede ser más dañino que hacerlo. En mi caso concreto, no respetar el proceso de recuperación de mi tobillo podría llevarme a seguir entrenando enfocado en mis objetivos y que, lejos de recuperarme de la lesión, esta fuera a más o incluso se volviese crónica.

La vida en sí misma es un proceso pero es un proceso especial, la vida es un proceso lleno de procesos: el proceso de decisión de qué carrera estudiar, el proceso de una relación sentimental, el proceso de una pérdida de un familiar, por citar algunos. Generalmente los procesos de nuestra vida tienen que ver sólo con nosotros, sin embargo, muchos de ellos tienen que ver con otras personas que también están viviendo sus procesos. Son esos procesos de cuyo respeto se puede sacar mayor beneficio. Probablemente hayan escuchado la frase "no es mi momento, quizá en el futuro" referido a una infinidad de situaciones. Esas palabras no son más que la expresión en lenguaje común de "no estoy en el punto del proceso necesario para afrontar lo que se me presenta".

Por poner un ejemplo de la vida cotidiana. Imaginemos que se nos ha despertado el instinto paternal pero nuestra pareja todavía no siente que esté en el momento adecuado. En este caso se pueden dar tres posibilidades. Por un lado, yo puedo forzar a mi pareja a que seamos padres, aún a sabiendas de que él no está en el momento adecuado, y que esta se niegue rotundamente. El resultado es que nuestra relación se deteriorará porque yo no consigo lo que quiero y porque mi pareja se sentirá forzada a hacer algo que va en contra de su voluntad. El segundo caso es que tras mucho insistir convenza a mi pareja para tener un niño, a pesar de que todavía no está preparada, y con el paso del tiempo nos demos cuenta de que realmente no estaba preparado, por lo que habremos creado una situación bastante complicada y para más inri hemos metido una personita por el medio. No respetar el proceso me ha traído consecuencias peores de las que partí. La tercera posibilidad es respetar el proceso de mi pareja y asumir que todavía no está en el momento y apoyarla. Quizá no consiga mi propósito, pero respetando su proceso, desde el corazón, me encontraré en disposición de tomar acciones al respecto sin perjudicar ni a la otra persona ni la relación.

¡Ojo! No me malinterpreten, no estoy diciendo que haya que dejar de actuar, estoy hablando de actuar desde el respeto a los procesos.

lunes, diciembre 31, 2012

Toma las riendas y actúa

El año 2012 ha sido para mí el año de, como se dice vulgarmente, mover el culo. Harto de ver que muchas cosas mi alrededor no me permitían ser totalmente feliz he ido realizando pequeños y grandes cambios en mi entorno y viendo qué resultados recibía. Cuando el resultado me acercaba un poco más a mis objetivos o me hacía más feliz mantenía el cambio, cuando el resultado no me satisfacía cambiaba otra cosa.

No soy un gran amante de las fiestas navideñas y tampoco suelo celebrar por todo lo alto el cambio de año. No creo que la vida se mida en macrociclos de un año, no creo que debamos medir nuestros objetivos de año en año y mucho menos creo que lo efectivo sea proponerse cosas como "el año que viene cambio de trabajo" o "en 2013 aprenderé inglés". Planificar está bien, es necesario, y decidir es un paso, sin embargo, el movimiento se demuestra andando. No pienses en qué vas a hacer y hazlo, no decidas, actúa. Aunque el refranero español está plagado de creencias limitantes, hay un dicho que me gusta mucho y es "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". Así que ¿por qué no empezar hoy mismo a perseguir la felicidad?

2012 no cierra un ciclo de mi vida, el fin del año no es más que otro día que pasa en mi vida. Abro y cierro ciclos continuamente y he aprendido que el cambio es necesario pero más importante todavía es saber que el cambio es inevitable. El entorno cambia aunque no queramos y nosotros cambiamos aunque no nos demos cuenta. Asimilar que el cambio existe y que forma parte de mi vida es lo que me ha permitido adaptarme mejor a las circunstancias y utilizar los cambios para ir hacia donde quiero dirigirme.

Habrá quien se pregunte si no tengo propósitos para el año 2013. La respuesta es sí y no. Tengo propósitos para los próximos meses, me he marcado objetivos en todos los niveles de mi vida que sé que llevaré a cabo. Tendré éxito o no pero sé que de cada paso que doy aprenderé una lección que me acercará a mi objetivo. Pero no son propósitos que tengan que ver con el año sino con mi situación en estos momentos.

Atrás quedan todas las lecciones aprendidas durante los últimos 366 días. Por delante, el resto de mi vida.

No dejes que tu barco vaya a la deriva, toma las riendas y actúa.

miércoles, noviembre 28, 2012

Viajar ligero de equipaje

No te olvides de coger esto. No puedes viajar sin aquello. ¿Acaso piensas irte sin eso? Llévalo por si acaso. Y cuando nos queremos dar cuenta llevamos en la mochila tantas cosas que pesa como un demonio y nos cuesta movernos con ella.

No, no estoy hablando de viajar, estoy hablando de la vida. Sin darnos cuenta vamos llenando nuestra mochila de problemas, preocupaciones, creencias, miedos y sentimientos que, en el mejor de los casos, sólo retrasa nuestra llegada a destino, o, en el peor, no nos deja avanzar y nos impide llegar a donde deseamos.

Cuando fui a hacer el Camino de Santiago corriendo, una de las cosas en que más hincapié hice fue en el equipaje que llevaría. Necesitaba viajar ligero para no malgastar energía. En mi caso, viajé con una mochila de apenas 3 kilos donde llevaba todo lo necesario para sobrevivir durante 14 días. Algunos días echaba en falta alguna cosa y la etiquetaba de imprescindible para la próxima vez, sin embargo, con el paso del tiempo me daba cuenta que sólo se trataba de una comodidad prescindible sin la cual podía vivir, es más, sin la cual mi equipaje pesaba menos. Por el camino, me cruzaba con peregrinos que llevaban mochilas de 15 a 20 kilos a la espalda y su paso era lento y pesado, y cuando llegaban al albergue la dejaban caer sobre el suelo a plomo y con una expresión en la cara de sentirse totalmente liberados.

La vida es parecida. Vamos llenando nuestra mochila de cosas que nos ayudan a avanzar, otras veces metemos cosas que creemos que nos podrían ser útiles y también guardamos cosas que son totalmente inútiles pero que no nos paramos a pensar si realmente necesitamos. Eso sin hablar de lo que las personas de nuestro entorno nos van metiendo. Unas veces nos meten cosas que nos ayudan en un momento puntual, otras nos meten cosas que creen que podrían ayudarnos y, demasiado a menudo, cosas con las que ellos no quiere o no pueden cargar.

Nos pasamos la vida llenándonos la mochila y pocas veces nos paramos a reflexionar si todo lo que llevamos en la mochila nos es útil, si todo aquello con lo que viajamos nos está ayudando a avanzar o nos está lastrando. Desde pequeños, nuestros padres nos van metiendo en la mochila herramientas que nos ayudan en momentos puntuales pero que mantenemos a lo largo de nuestra vida. Con el paso del tiempo nos acostumbramos a llevar esas cargas que ni nos planteamos si han dejado de sernos útiles, pensar en dejarlas en el camino y seguir viajando con menos peso. Los miedos ("Cómo vas a montar una empresa con la que está cayendo ahí fuera", "Si arriesgas lo que tienes te puedes quedar sin nada", "La montaña es peligrosa") son las cargas de nuestra familia de las que más nos cuesta deshacernos porque son las que están con nosotros desde que nacemos. Además, la sociedad es muy propicia a ir metiendo en nuestra mochila muchas ideas que, el hecho de querer descartarlas, nos hace sentir ir contracorriente lo que nos impide eliminarlas de nuestro equipaje. Este sentimiento es en sí mismo una carga y lo mejor que se puede hacer es transformar el "siento que voy contracorriente" por "siento que estoy siguiendo mi camino". Es entonces cuando caminar se hace muy fácil, porque no es lo mismo seguir el cauce de un río que luchar contra la corriente.

Por otro lado, no contentos con cargar con nuestros propios problemas, tendemos a hacernos cargo de los problemas de la gente de nuestro entorno, familiares, amigos, compañeros de trabajo... Metemos en nuestra mochila los problemas de nuestros allegados junto con los nuestros, nos los echamos a la espalda y pretendemos viajar tan tranquilamente. No quiero con esto decir que dejemos de ayudar y apoyar a nuestros familiares y amigos, pero cada uno debe hacerse responsable de las cargas que tiene que portar ya que cargársela a los demás no va a hacer que desaparezca.

A veces, al igual que hacen algunos peregrinos en los albergues, hay que soltar la mochila a plomo y sentir el alivio, aunque más importante que descansar es abrir la mochila y revisar donde está el exceso de equipaje.

martes, noviembre 06, 2012

Cambia, asúmelo y no te resistas

Después de unas semanas en que había aparcado mis entrenamientos ayer retomé de nuevo la rutina. No estoy entrenando para nada en concreto, mi intención los próximos meses es fortalecerme en general para llegar al año que viene en muy buena forma. Siendo sincero he de reconocer que sí hay un objetivo: disfrutar. Así mi presión no va más allá de disfrutar de cada entrenamiento al máximo sin preocuparme de si llego a tal o cual fecha con el estado necesario para conseguir un tiempo determinado o afrontar una distancia concreta.

"Soy un corredor rápido", esa ha sido la idea con la que he salido en la cabeza esta tarde cuando he ido a entrenar. El entrenamiento de hoy consistía en hacer 8 series de 500 metros recuperando minuto y medio entre serie y serie. Un buen resultado para el "David corredor rápido" era hacer cada serie de medio kilómetro en un minuto y treinta y cinco segundos. Y con esa idea he salido de casa. Al llegar al Retiro he hecho unos estiramientos y me he puesto pies a la obra con las series.

He arrancado la primera a un ritmo cómodo pero intenso y he terminado en 1:38 y con la sensación de que se me iba a salir el corazón por la boca. El sitio donde hago las series es un poco cuesta arriba hacia la dirección donde había hecho la primera serie así que he justificado el tiempo con la pendiente. Tras el minuto y medio de recuperación he arrancado de nuevo para afrontar la segunda serie. Al terminar he mirado el crono y he visto: 1:39. ¿Cómo podía ser? Había tardado más que la primera cuando se suponía que debía ir más rápido ya que corría cuesta abajo. "Todavía no había calentado del todo, en la siguiente mejoro seguro" me he justificado.

Minuto y medio de recuperación y ¡pam! a por la tercera serie. A duras penas he llegado a terminarla y al mirar el crono he visto 1:44. "¡Qué demonios! ¡Voy cada vez a peor!" me he reprochado. El corazón casi se me salía del pecho y las piernas no tenían fuerza suficiente para afrontar tan rápido 5 series más... Minuto y medio de recuperación y de vuelta a correr. En la cuarta serie, cuando llevaba unos 400 metros he tenido que bajar un poco el ritmo porque sentía que el corazón me iba a estallar. Cuando he parado el crono, a unos 30 metros de cumplir los 500 he marcado 1:32. ¡Qué locura! Me había excedido para conseguir correr en 1:35.

Las sensaciones estaban siendo muy malas y si quería terminar todas las series debía bajar el ritmo. Para la quinta serie, he salido a un ritmo más bajo y parecía que la sensación de fatiga y ahogo había bajado, 1:44. ¡Vaya! Parece que yendo más lento las sensaciones son mejores y no sólo eso, asumiendo que no sólo puedo sino que debo ir más despacio el cuerpo se relaja y funciona mejor. Minuto treinta y salgo hacia la sexta serie habiendo asumido que no tengo por qué hacer las series en 1:35 y que mi tiempo está más cerca del 1:44. Al terminar 1:44, de nuevo. El cuerpo está funcionando mejor, sin embargo, algo sigue no cuadrando dentro de mí. Después del tiempo de recuperación, arranco con la séptima serie intento recordar cuándo fue la última vez que corrí realmente rápido y a la memoria me vienen cosas como El Infierno Cántabro, el Maratón Alpino de Madrid, el Camino de Santiago corriendo, los 100 kilómetros de Madrid a Segovia... Todas ellas carreras de ultradistancia y resistencia. En todas ellas la cualidad física que más he potenciado ha sido la resistencia y en ningún caso la velocidad. ¿Cómo iba a ser capaz de correr rápido si llevaba medio año corriendo distancias más allá del maratón y a ritmos bajos? Al terminar la séptima serie lo vi claro...

"Soy un corredor rápido" era una verdad que fue cierta en el pasado, quizá, a principios de año cuando era capaz de correr 10 kilómetros en menos de 40 minutos. Durante el minuto y medio de recuperación he reflexionado y me he dado cuenta que eso ha cambiado, ahora no soy ese corredor rápido que era hace unos meses, ahora soy un corredor resistente y que corre menos rápido. Había salido a entrenar creyéndome una verdad que ya no era cierta y, por lo tanto, estaba actuando conforme a esa verdad. No sólo estaba actuando según esa verdad sino que además estaba juzgando mis resultados por un rasero que no correspondía. Todos los resultados que estaba obteniendo eran adversos, es más, probablemente mi entrenamiento estaba siendo menos efectivo por correr por encima de lo que debía hacerlo.

Antes de arrancar la última serie he cambiado el "soy un corredor rápido" por "ahora no soy un corredor tan rápido como hace unos meses", entonces ha sido cuando cuerpo y mente se han alineado y he sentido que la cosa fluía, que las piernas corrían con fuerza y que el corazón bombeaba al ritmo que le correspondía. He terminado la última serie en 1:44 pero con la sensación de haber hecho un gran trabajo y con una sonrisa en la cara, lo único que ha cambiado desde la primera hasta la última ha sido que estaba actuando según una verdad que no era cierta.

Este caso es un ejemplo simple de cómo una supuesta verdad puede llevarnos a actuar de forma que no sea coherente con la realidad del momento. Para mí esto no ha tenido mayor trascendencia que unas malas sensaciones durante la primera parte del entrenamiento, sin embargo, imaginemos que hubiera salido de casa pensando que puedo volar y me da por saltar por la ventana...

Cambiar no debe ser doloroso, es más, el cambio es inevitable, es la resistencia al cambio lo que puede ser más dañino.
Lo que se resiste persiste, lo que se acepta se transforma.
Máxima budista.

lunes, octubre 01, 2012

Si quieres llegar rápido...

El sábado 23 por la mañana nos plantamos en la salida de la carrera todos los miembros del equipo Nutrición DE: Dani, Manu, Yeyo, Juan Carlos y yo. Nuestro plan de carrera era sencillo: salir a 6 minutos el kilómetro y aguantar ese ritmo hasta Cercedilla, allí haríamos una parada un poco más larga y subiríamos a Fuenfría andando para bajar desde allí a tumba abierta. Fácil, 100 kilómetros.

Nos agolpamos en la línea de salida y... tres, dos, uno... ¡pam! Pistoletazo de salida y arrancamos a correr. Todos sabemos el plan pero aún así corremos más rápido de lo que habíamos hablado, pero el primer kilómetro es normal correr un poco más rápido, hay que sacar la tensión de alguna forma del cuerpo. Pronto la carrera se ha estirado y nos encontramos los cuatro miembros a nuestro ritmo. Digo cuatro porque Manu corre a su ritmo y ya en la salida le hemos dejado atrás.

Los primeros 10 kilómetros vamos ligeros, bastante por debajo de lo establecido, y nos lo permitimos porque vamos cómodos, sin embargo, en un momento dado Dani nos echa el alto a Yeyo y a mí que, siendo sincero, somos los que vamos tirando más rápido y los que menos experiencia tenemos en ultrafondo. "Chicos, reservad que aún quedan muchísimos kilómetros", nos recuerda Dani. A veces es importante que alguien recuerde el plan puesto que muchas veces estamos enfocados en el ahora y perdemos la visión global. En este caso, Dani, nos recordaba lo que estábamos haciendo y cuál había sido el plan establecido. No tardé en unirme a él a partir de entonces al grito de "¡Ritmo! ¡Vamos muy rápido!" para que aflojásemos el paso y seguir el plan establecido.

Vamos haciendo la goma con los que creemos son los primeros y sin mayores complicaciones llegamos a Colmenar los cuatro juntos. Comemos algo, bebemos un poco de isotónico y seguimos adelante saliendo "primeros". El siguiente punto de avituallamiento está en el Puente Medieval, apenas unos 8 kilómetros desde Colmenar, cuando a apenas 3 kilómetros Yeyo se para y dice que tiene las piernas totalmente sobrecargadas. Paramos a caminar y bajamos hasta el Puente Medieval tranquilamente. Allí, además de decirnos que vamos segundos y que el primer equipo va muy muy rápido, Yeyo nos dice que tiremos nosotros tres, Dani, Juan Carlos y yo y que él sigue por su cuenta, sin embargo, todavía es demasiado pronto para apostar por lanzarnos tres corredores solo ya que corremos el riesgo de que uno de nosotros se rompa y perdamos toda posibilidad de seguir participando por equipos. Nos despedimos de José Manuel y Carlos, miembros del equipo Factor 5, que se unieron a nosotros un poco antes de Colmenar, y arrancamos, como se suele decir, al trantrán.

Esta parte de la carrera es un poco fea: pistas anchas muy llanas, pocos árboles y muy poco que observar. Los kilómetros parece que no pasan por Dani y Juan Carlos y yo llevo arrastrando una "carga" extra desde por la mañana. Me noto hinchado y el portabidones me aprieta la tripa, es una sensación muy desagradable y llevo corriendo incómodo por eso muchos kilómetros. "Chicos, tengo que hacer una parada técnica", les digo a los demás, "seguid que ahora os cojo". No tardo mucho y cuando me incorporo a la carrera veo que los terceros nos pisan los talones, les adelanto y al cruzarnos nos intercambiamos voces de ánimo, la que yo uso es "¡Venga ahí!". Alcanzo al equipo y seguimos todos juntos a ritmo. Enfrentamos la bajada hacia Manzanares y aunque vamos rápido los terceros nos adelantan a muy buen ritmo. Nosotros bajamos a ritmo tranquilo ya que puede que necesitemos las fuerzas dentro de unas horas.

En el avituallamiento de Manzanares, animados por la multitud, nos refrescamos de nuevo, estiramos piernas y comemos algo. En lo que estamos allí, llegan los cuartos y se van haciendo una parada muy corta. Noto en el ambiente del equipo una pequeña tristeza, algo extraño que aún ahora no sé qué es, quizá sólo estuviera proyectando en ellos algo que era mío.

El tramo hasta Mataelpino es bastante llano así que vamos trotando y andando a buen ritmo. Pocos kilómetros antes de llegar a Mataelpino, a lo lejos veo un corredor con bastones, que parece ir arrastrándose. Es el chico con el corrí unos kilómetros el año pasado hasta Cercedilla y con el que había estado hablando por la mañana en la salida. Me pongo a su altura y le pregunto qué le pasa, si está bien. "Al pasar Manzanares, me he empezado a encontrar mal, con nauseas y algo mareado y hacia la puerta del parque me he parado a vomitar", me cuenta. Le pregunto si está bien ahora y si necesita algo, si quiero algo de comer o bebida. "Tengo de todo, sólo quiero llegar a Mataelpino y ahí me quedo", me responde. "Bien decidido", le digo, "el cuerpo te ha dado señales claras de que hoy no es el día. Si hay algo que pueda hacer dímelo". "No, no, tranquilo, ahora estoy bien, voy tranquilo con los bastones. Muchas gracias. Mucho ánimo para vosotros". Veo que está bien y además no quedan muchos kilómetros hasta Mataelpino, apenas un par, así que me uno nuevamente al equipo.

Es curioso cómo es esto del ultrafondo. El año pasado, este corredor llegó a meta en 12 horas y 30 minutos y este año iba para bajar de 12 horas. Probablemente había estado entrenando muy duramente todo el año y seguro que se había levantado con toda la fortaleza, sin embargo, en un momento dado, la cosa se tuerce y a veces es complicado sobreponerse. Hay que aprender a leer las señales del cuerpo y tener claro cuando es el momento y cuando no. Para él, simplemente ese no era el día para hacerse 100 kilómetros.

Llegamos a Mataelpino y llegar allí supone que a partir de ahí vamos a empezar a descontar kilómetros en lugar de sumarlos, es el ecuador de la prueba.

Estando allí, mientras pululo de un lado al otro en busca de bebida y comida, se me acerca un corredor, dorsal 427, y me pregunta "¿Tú eres David, verdad?". Le miro detenidamente pero no sé quién es. "Me has visto en el vídeo de Youtube de la carrera del año pasado supongo", el respondo. "Sí, toma", contesta a la par que me ofrece una pulsera. "Para cuando subas a la montaña, puede que algún día la necesites", dice. Me quedo un poco sorprendido, cojo la pulsera y me la pongo. Me ve la cara de perplejidad y me dice "Son dos metros y medio de cuerda, puede que algún día la necesites". Me quedo pensativo y como un zombie me doy la vuelta y me voy. Diez segundos después reacciono. Me vuelvo hacia él y le digo "¡Joder, tío! Perdona estoy en la parra. No te he dado ni las gracias. De verdad, muchas gracias. ¿Cómo te llamas?". "Me llamo Luis", me responde. "Luis, muchísimas gracias, me la guardaré y espero no necesitarla nunca" le contesto. Estoy muy concentrado y no soy capaz de intercambiar con él ninguna otra palabra sobre la carrera o sobre él.

Dani, Juan Carlos y Yeya salen pitando y yo me retraso un poco despidiéndome de mi padre, quien ha estado en Colmenar y Manzanares animándonos. Salgo tras unos segundos y cuando voy a abandonar el avituallamiento me encuentro con toda la familia de David. Me paro y me gritan y me animan, me preguntan cómo estoy y les digo que bien. Estoy tan emocionado por verles que olvido preguntarles cómo le va a David. Siempre es una alegría encontrarte con gente conocida que te inyecte energías renovadas. Después de besos y abrazos sigo corriendo.

Toca la parte "difícil". Subir a la Barranca, por alguna extraña razón los dos años anteriores se me hizo bastante duro. ¿Por qué? Este año desde luego por el calor. Yeyo y yo empezamos a notar los efectos de Lorenzo que parece que ha dejado de tener piedad por nosotros y calienta con fuerza. Yo siento como que me aplaste contra el suelo, sin embargo, conocedor de la sensación decido que no voy a bajar el ritmo, sé que son sólo señales del cuerpo que, de momento, pueden ser ignoradas. Ayuda mucho que Juan Carlos y Dani vayan tirando con fuerza. Dani incluso sube cantando lo cual entretiene, aunque a muchos corredores les sorprende, a mí no tanto, sé que Dani está muy muy fuerte. Igual que el año pasado el avituallamiento parece que lo han puesto más lejos de lo esperado, pero finalmente vemos a lo lejos la carpa y parece que los males desaparecen. Sellamos, bebemos agua e isotónico y Yeyo y yo nos sentamos en una silla. Noto la cabeza recalentada y un pequeño revoltijo en el estómago. Necesito descansar unos minutos pero cuando me doy cuenta Dani, Juan Carlos y Yeyo ya han salido. No hay más remedio, así que me levanto y les alcanzo. Cuando corres en solitario el riesgo de acomodarse es grande, yendo en equipo este riesgo se reduce y además lo agradezco porque si no me enfrío me cuesta menos arrancar.

Me uno a ellos trotando a buen ritmo y tras unos metros veo a lo lejos de nuevo a toda la compañía de David. "Ahí viene David" dice alguien. Acto seguido veo como Arantxa salta como un resorte hacia el asfalto y cuando ve que soy yo se relaja un poco. Se la nota nerviosa. Yo sé que debe estar tranquila porque David sabrá parar si es lo que debe hacer pero es un tipo muy fuerte y podrá con esto sin problemas. Me paro delante de ellos y de nuevo recibo su energía. "¿Cómo va David? Se me ha olvidado preguntaros antes" les digo. "Llegó 10 minutos después que vosotros" me responde Arantxa. "¡No jodas! Va como un tiro. ¡Qué grande! ¿Y va bien?" le contesto. "Dice que lleva las piernas contracturadas pero que lo va llevando bien" me cuenta. "Dale un besazo de mi parte cuando le veas" le digo antes de seguir corriendo.

El tramo de la Barranca a Cercedilla se hace corto y en realidad es normal ya que son apenas 6 kilómetros y la mayoría del recorrido es bajada donde se puede correr cómodamente. Llegamos a Cercedilla y de nuevo nos encontramos con mi padre que, incansable, nos anima y alienta a la voz de "¡Bravo campeones!".

Nos vamos al avituallamiento en el polideportivo, cogemos las mochilas y nos sentamos en círculo los cuatro listos para comer, cambiarnos de pies, refrescarnos un poco, coger el material obligatorio, la mochila con la bolsa de hidratación y salir de nuevo. Yo ya iba necesitando comer algo más contundente que las barritas o los trozos de fruta. La pasta que hemos preparado con las indicaciones de Dani me sabe a auténtica gloria aunque tampoco lleve gran cosa. No sé cuánto tiempo repostamos pero entre medias vemos llegar a un par de equipos e irse a otros tantos, cuando salimos nosotros echamos cuentas y calculamos que iremos los quintos.

Nuestro plan es subir hasta la Fuenfría caminando a ritmo fuerte y desde allí aprovechar la bajada, si las piernas lo permiten, para ganar algo de tiempo. Salimos del pueblo de Cercedilla y enfrentamos la subida hacia la Calzada Romana. Hemos cogido mis bastones para que Yeyo los use en la subida y no cargue tanto las piernas. Subimos a buen ritmo, entre 9 y 10 minutos el kilómetro, y hacia el kilómetro 72 vemos a un corredor bajando. Es un corredor de uno de los equipos que iba por delante de nosotros. Le preguntamos si todo va bien y si necesita algo y nos responde que no, que está bien pero que se vuelve a Cercedilla. Según nuestras cuentas vamos en cuarta posición.

No tardamos en llegar al avituallamiento de la Calzada Romana donde bebemos agua y al sellar preguntamos cuántos equipos han pasado por delante y nos responde el voluntario del control que vamos en tercer puesto. La emoción nos embarga y sin mucha espera continuamos la carrera. Parece que sabernos terceros nos ha inyectado energía e incluso en las subidas trotamos. Vamos alcanzando y adelantando a bastantes corredores lo que significa que hemos reservado energías suficientes para hacer una buena subida hasta la Fuenfría. Siempre le digo a la gente que la carrera empieza en Cercedilla, llegar hasta allí es fácil, lo duro viene después.

Llegamos a Fuenfría y yo sólo bebo agua, de comer tienen magdalenas y, la verdad, no me apetece tener que digerir algo así. Salen Yeyo, Juan Carlos y Dani sin pausa mientras yo publico en twitter que seguimos terceros con ventaja suficiente sobre los cuartos. En esas entre medias, Dani se cruza con un par de caballos y se para a acariciarlos. Yo me paro a grabar la escena mientras Juan Carlos y Yeyo bajan caminando. Hay un momento en el que nos adelanta un corredor y me paro a pensar que es una escena un poco surrealista que estemos corriendo un ultramaratón y nos hayamos parado a acariciar unos caballos y a grabarlo en vídeo. Bajamos Dani y yo corriendo hasta reunir el equipo al completo. El terreno no es el más cómodo para correr puesto que, aunque se trata de una pista ancha, tiene mucha piedra grande y suelta en mitad del camino. Aún así arrancamos a correr a buen ritmo, 5:45 minutos por kilómetro.

Dejamos que Yeyo marque el ritmo para que se encuentre cómodo y no fuerce demasiado muscularmente ya que la bajada es la parte dura para cuadriceps y rodillas. Bajamos corriendo y caminando a tramos hasta que cogemos una zona asfaltada. En un momento dado, observo la cara de Yeyo y le veo serio, concentrado, sufriendo. Es la cara de una persona que está luchando contra su cuerpo y más duro aún, la cara de una persona que está luchando contra sí misma. Esa lucha, con su sufrimiento y su dolor, es la que al terminar se tornará en placer y disfrute. Superar esos momentos es lo que hace el ultrafondo algo maravilloso, es ahí cuando una persona es apta para el ultrafondo y Yeyo lo es.

Pronto llegamos a La Cruz de la Gallega donde sellamos por última vez antes de llegar a Segovia. En el avituallamiento nuevamente tienen magdalenas y bebida. Un matrimonio que está por allí ayudando a su hijo nos ofrece pan. ¡Pan! ¡Qué lujazo! Le cojo un trozo de pan y le pego un par de mordiscos. Tengo la boca totalmente seca así que lo bajo con un poco de cocacola que me dan en el avituallamiento. No suelo tomar cocacola pero el azucar y la cafeína me van a venir bien para los últimos 11 kilómetros. Nos colocamos las linternas frontales, porque ya se ha hecho de noche y nos queda un tramo un poco incómodo de correr y donde torcerse un tobillo sería una auténtica faena en este punto.

Para mí es fácil esta zona, sé que no queda nada y se lo intento transmitir a los demás. Son 10 kilómetros. Les voy cantando por dónde vamos yendo y por dónde vamos a pasar y sobre todo les advierto que el acueducto de Segovia no se ve hasta apenas 200 metros de la meta. Durante el camino de Santiago aprendí que no saber hasta donde tienes que llegar puede ser desesperante y puede minarte la moral y lo que menos necesitamos a tan pocos kilómetros de la meta es desmoralizarnos. Estos kilómetros se me pasan volando ya que vamos corriendo a buen ritmo a pesar de que llevamos encima ya muchas horas.

El resplandor de Segovia se esconde tras las colinas que vamos superando y cuando ya vemos la ciudad sabemos que ya está hecho. Aún así nos quedan un par de kilómetros. Guardamos los bastones y arrancamos a trotar. Cuando nos damos cuenta ya estamos en la ciudad. Ya es todo línea recta. Rotonda. Cruzar calle. Otra rotonda. Cruces. Más cruces. Y al final entramos en la zona empedrada y ya vemos el acueducto. Entramos en la calle San Francisco y oímos el rugir de la multitud y la megafonía de la organización. En esa calle están esperándome los dos miembros más importantes de mi equipo: mi padre y mi madre.

Mi padre estuvo en casi todos los avituallamientos (Colmenar, Manzanares, Mataelpino y Cercedilla) siguiéndonos, animándonos y dándonos su energía y después de que nosotros salimos de Cercedilla volvió a Madrid a recoger a mi madre que venía en tren desde Barcelona, la recogió y se fueron a verme llegar a Segovia. Con el apoyo de un equipo como el mío uno sólo puede aspirar a hacer grandes cosas y conseguirlas.

Finalmente nos plantamos frente al acueducto de Segovia. Se nos une el hijo mayor de Yeyo, Guillermo, y se agarra a su padre. En línea recta cruzamos los cinco la meta. Nos abrazamos y nos congratulamos por el éxito conseguido. Cada uno buscamos a nuestros seres queridos para compartir ese momento de felicidad. Yo busco a mi equipo, mi padre y mi madre, y les doy un gran abrazo y me emociono.

David, llegó una hora y pocos minutos después que nosotros. Ha completado su primer ultramaratón de 100 kilómetros en 14 horas y 40 minutos, todo un logro y por lo que se merece mi admiración. Sé que ese día fue el primero de muchos otros en los que espero podamos compartir kilómetros.

Manu, por su parte, nos dio una lección de lucha y superación ya que llegó en 19 horas y 30 minutos con molestias estomacales acumuladas durante toda la semana y sufriéndolas durante todo el recorrido. Sé lo que es pasarse tantas horas caminando, porque lo he vivido, y quizá por eso mismo admiro y respeto tanto o más a los corredores que llegan con tantas horas y los mismos kilómetros encima.


Definitivamente hemos llegado terceros pero más importante que subir al podio es la experiencia que hemos vivido. Los trofeos son cosas materiales y, por lo tanto, efímeros. Las experiencias anidan en nuestro corazón y provocan cambios en nuestro interior que son permanentes, son para toda la vida. Cada éxito que cosechamos es un cambio hacia esa versión mejorada de nosotros mismos. Cruzar la meta compartiendo la vivencia con tres grandes deportistas y personas a mí me cambia como persona y me aporta vivencias, experiencias y lecciones para la vida que jamás olvidaré.


Si quieres llegar rápido, ve solo.
Si quieres llegar lejos, ve acompañado.

jueves, septiembre 20, 2012

Espíritu de superación

Querer ser mejor luchando y haciendo todo lo posible a cada instante para conseguirlo y no desistir cuando no se consigue. Eso es para mí el espíritu de superación. Conseguirlo no es primordial, aunque sí importante, puesto que he aprendido que en el camino se esconden pequeños grandes placeres que hacen que merezca la pena seguir al pie del cañón.

En el mundo de los corredores populares en el que ahora me muevo, cada día me encuentro con casos de gente que quiere ir un paso más allá, superarse a sí mismo, sin presión externa, sólo por iniciativa propia. El primer paso es el complicado, sentarse a pensar y encontrarse a uno mismo diciendo "quiero prepararme para acabar una carrera de 10 kilómetros". La traducción inconsciente que la cabeza hace de esto es "voy a someterme a una rutina de salir a correr varios días a la semana, haga frío o calor, llueva o nieve. en lugar de quedarme en casa sentado en el sofá viendo la televisión, lo cual me va a provocar cansancio y molestias y va a ser un cambio brutal en mi comodidad". Eso al cerebro le aterra, es algo que el cerebro intentará, por todos los medios, convencernos para no hacerlo. Luchar contra nosotros mismos, ese es el gran reto. Correr 10 kilómetros es anecdótico, es lo que ganamos por el camino lo que es realmente valioso, es salir de nuestra zona de confort lo que nos fortalece como personas.

Muchas veces me preguntan que a quién admiro como deportista y en realidad no existe una sola persona a la que yo realmente tenga esa admiración. Mis ídolo deportivo es ese amigo con el que me encuentro y me dice "¡Oye! Me estoy preparando para acabar un 10k" o cuando me mandan un mensaje una amiga y me comenta "Como los 10 kilómetros ya los controlo, voy a prepararme para acabar un medio maratón, ¿algún consejo?". No importa el tiempo, no importa la distancia, importa esforzarse por superarse, importa plantarse y querer hacerlo y dar los pasos necesarios para conseguirlo. Esos son mis ídolos, esas personas que quieren superarse a sí mismos, que cada día quieren ser una mejor versión de sí mismos.

Muy a menudo hablando con amigos y conocidos sobre carreras de distancias, llamémoslas, normales, terminan diciendo la frase "pero bueno, eso para ti no es nada". Efectivamente, en mi estado de forma actual, correr 10 kilómetros no me supone un esfuerzo, incluso correr medio maratón puede ser algo sencillo, sin embargo, cuando yo voy a una carrera de 10 kilómetros o un medio maratón, voy para superarme a mí mismo y obviamente no voy sólo para acabar. Cada uno debemos buscar nuestros límites para superarlos y celebrar nuestros éxitos sin compararlos con los de los demás.

Todo esto viene a que este próximo sábado afronto, por cuarta vez, una distancia que tanto placer me aportó en el pasado: los 100 kilómetros. Por tercer año consecutivo vuelvo a presentarme a los 100 kilómetros de Madrid a Segovia por el camino de Santiago

Estoy ilusionado y ansioso, aunque la distancia ya es "conocida" para mí, porque este año se dan dos circunstancias que le aportan más interés. La primera es que este año participo en equipo (el equipo NutriciónDE), lo cual significa que todos debemos correr juntos durante los 100 kilómetros. Correr con amigos podría hacer que la cosa se plantease de forma más relajada, sin embargo, cuando corres en un equipo en el que el nivel es muy alto, y mis compañeros se encuentran en un estado de forma envidiable, estar a su nivel te obliga a sacar lo mejor de ti e incluso más. Te fuerza a ser la mejor versión de ti mismo, es más, te lleva a intentar ser mejor de lo que ni te habías planteado. A veces necesitamos que otros nos animen a superarnos por encima de lo que creemos que podemos hacer. Este año el equipo NutriciónDE va a ser mi motivador durante 100 kilómetros. Me ilusiona correr en equipo, estar codo con codo, ayudándonos, tirando unos de otros, sabiendo que si te fallan las piernas tienes a un compañero que te "prestará" las suyas. A pesar de que la mayoría de las carreras de larga distancia las he hecho sin compañía, que no solo, soy corredor de equipo.

La otra circunstancia y la que realmente me ilusiona de forma más profunda es que un gran amigo, David, se enfrenta por primera vez a una prueba de ultrafondo. David fue el catalizador de que yo empezara a correr distancias más largas. En concreto fue quien me animó a correr mi primer medio maratón y con quien corrí mi primer maratón. Hemos compartido muchos kilómetros y espero que sigamos compartiendo muchísimos más. Además ahora que se ha metido en el ultrafondo sé que va a querer mucho más.

Admiro a quien decide enfrentarse a una carrera de 10 kilómetros por primera vez, a quien lo hace a un medio maratón y admiro enormemente a quien se entrena duramente para afrontar su primer maratón, sin embargo, el ultrafondo es otra cosa. El ultrafondo no es sólo cosa de correr, no es algo que tenga que ver sólo con el deporte. El ultrafondo es ir más allá en lo físico, sentir que has llegado al límite físicamente y sobrepasarlo, varias veces. El ultrafondo es querer seguir a pesar de querer parar. El ultrafondo es dolor y placer que se confunden. El ultrafondo es encontrarse con uno mismo durante horas. El ultrafondo es algo tan especial que todas las palabras que se digan sobre ello se quedarán cortas para expresar las emociones y sentimientos que nos provoca. Por eso, mi admiración hacia aquellos que se aventuran a probar y repetir en el ultrafondo es máxima. David para mí ya eres ganador,  terminar la carrera sólo es la guinda del pastel.

Todo lo que había que hacer ya está hecho, ya hemos disfrutado de lo que teníamos que disfrutar hasta ahora, ya sólo queda paladear la lucha del día de la carrera. Si quieren conocer a una horda de corredores y marchadores deseando superarse a sí mismos vayan a Plaza Castilla a las 8:30 y verán como partimos hacia Segovia. Por mi parte, iré informando de nuestra evolución en carrera a través de mi cuenta de twitter, El Rincón Barrido, e intentaré escribir una crónica los días siguientes a la carrera.

No quiero cerrar este post sin invitarles a hacer una reflexión: ¿cuándo fue la última vez que se mejoraron a sí mismos en algo?